Las teorías conspirativas se disparan como gato asustado. Los audios catastróficos se viralizan por las redes sociales más rápido que la pandemia. La gente es mala. Y la gente asustada es peor. Es más egoísta, es más insensible, cuida lo propio, hace acopio de lo que ya tiene de sobra y saca ventaja de la necesidad del más débil.
Hay almacenes que han llegado a vender barbijos a 500 pesos y frascos de alcohol en gel de un litro a 1.000 pesos.
Los controles fallan y los controladores son peores. El Estado nacional compra alimentos a más de un tercio de lo que vale en el mercado. La justificación inicial fue que el 40% de esa comida era para enviar a Tucumán y que el flete encarece todo. Es que estamos tan lejos de Argentina...
Queriendo o sin querer, siempre Tucumán en el medio de algún escándalo.
No les creyeron y el presidente despidió a 15 funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social.
No importa si la mitad de los argentinos es pobre. No importa que el coronavirus esté matando gente o que el dengue nos esté dando una paliza histórica. No hay límites ni vergüenza para robar.
Ahora denunciaron a la Ciudad de Buenos Aires por comprar 15.000 barbijos importados a la empresa Green Salud a 3.000 pesos cada uno. El gobierno porteño responsabilizó a “la volatilidad de los precios que produce la pandemia”. Hay tres denuncias penales en curso.
Los gasolineros
La paranoia es un cáncer que horada los cimientos de las instituciones y amplifica todas las conspiraciones. Y la gente es mala, además.
Y los gobernantes, lejos de contribuir a fortalecer los resortes del Estado, le echan nafta al fuego para que la gente mala siga inventando noticias falsas.
Que nos mienten con las cifras, con los muertos, con la economía. Que nos mienten todo el tiempo.
Hace semanas que el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo están muy ocupados peleando por espacios de poder, por internas políticas en una de las provincias más pobres y atrasadas del país. Hasta parece una broma macabra.
Es lógico que en este contexto las teorías conspirativas vuelen más alto que el cóndor.
¿Cómo creer en la información oficial si los mismos oficiales se desmienten entre ellos?
Parece que murió
El comisario Claudio Fernando Peñaloza, de 52 años, murió este lunes, supuestamente a causa de dengue. Supuestamente, porque nadie sabe cuál fue la causa de muerte del jefe de la seccional 10ª.
Cuando la Justicia le requirió al Siprosa que informe las razones del deceso de Peñaloza la respuesta oficial fue “parece que fue dengue”.
No se hicieron hisopados ni análisis de ningún tipo. Puede haber fallecido por covid-19 o por dengue. O por cualquier otra cosa que cause fiebre. Al día de hoy nadie lo sabe.
Una importante fuente judicial confirmó esta información.
El acta oficial consigna que el motivo del fallecimiento de Peñaloza fue un paro cardiorespiratorio. Claro, de eso mueren todos los seres humanos, lo importante es saber qué causó ese paro.
Entonces, si esto ocurre con un oficial de alto rango de la Policía, que prestaba servicios en la trinchera de la pandemia, ¿qué podemos esperar que pase con el resto de los mortales?
Cuando se debilita la confianza en la autoridad cada quien impone sus propias leyes. Y en una sociedad bastante mal educada como es la tucumana, esas leyes tenderán hacia el salvajismo, la prepotencia y el individualismo, más que hacia el altruismo y la caridad.
Así surgen “prestigiosos” médicos que violan la cuarentena, agreden al personal de seguridad que intenta cuidarlo, destilan ignorancia y xenofobia y hasta enrostran, frente a una cámara, su alto poder adquisitivo como argumento para avasallar cualquier derecho. “¿Un tipo que gana seis cifras se va a poner a pelear con un negro como ese?”
Tan miserable como que un funcionario judicial amenace con “armar una causa” contra quien intenta, vaya contradicción, hacerlo cumplir la ley. Y encima parece que se pueden “armar causas” en la Justicia...
Qué podemos exigirle entonces al vecino menos instruido, que no ha tenido la fortuna de nacer en una casa donde le dieron todo.
Porque, a no confundirse, el primer mérito, el fundacional, que tiene todo profesional, empresario o persona exitosa, salvo honrosas excepciones, es haber nacido en el hogar indicado. Luego, bastante después, vienen los méritos propios.
Cuando desde niño nos enseñan a entender esto se aprende a estar siempre agradecido. Pero cuando no nos educan con generosidad, entonces nos creemos con derecho a devorarnos el mundo, que está en permanente deuda con nosotros.
Si los que están arriba de la pirámide social mienten, roban y no cumplen con sus obligaciones, no debe sorprendernos entonces que seis de cada diez tucumanos haya violado la cuarentena durante los últimos días.
Según el informe de Google, basado en la geolocalización de los celulares, denominado “Covid-19: reporte de mobilidad comunitaria” (Covid-19 Community Mobility Report), cuando comenzó la cuarentena el 80% de los tucumanos cumplió con el aislamiento social obligatorio, mientras que durante la última semana esa cifra cayó al 40%.
Muchos desobedecen por desidia, egoísmo o ignorancia, o por todo eso junto, pero también hay un importante porcentaje de la sociedad que se ve obligada a salir porque de lo contrario no come, así de simple y crudo.
La mitad de los tucumanos está fuera de la economía formal y es gente que, independiente o en relación de dependencia, no está bancarizada y sólo utiliza efectivo.
También hay autónomos y cuentapropistas, dentro de la economía formal, obligados a romper la cuarentena para sobrevivir.
¡Vamos a cambiar el mundo!
La situación es difícil para todos, y mucho más para los más carenciados, pero depende exclusivamente de nosotros que esto mejore o empeore.
Cada vez que cruzamos a alguien en la calle que no lleva barbijo es alguien que no te respeta ni te quiere, porque es un elemento que protege a los otros de nosotros, no al revés.
El costo no es un pretexto, porque hasta con un repasador viejo se puede hacer un tapaboca.
Cada vez que reenviamos una noticia o un audio cuyo origen desconocemos estamos contribuyendo a que ganen la mentira, las conspiraciones, aumente la paranoia, la desconfianza entre nosotros, la ansiedad y el malestar general.
Cuando el Estado te dice “parece que fue dengue” no te está cuidando, como tampoco te cuida cuando te empuja a amontonarte en un banco. Todo lo demás depende de nosotros y esta crisis, si la sabemos aprovechar, puede ser una gran oportunidad para empezar a cambiar el mundo. Hoy más que nunca, y como nunca antes, el destino es nuestro.